11 de marzo de 2008

UNA NOCHE JUNTO A LA FUENTE


Por Benito Martínez
Foto: Estudios Sanzo


La Villa del Yayabo no se conforma con suspirar nostálgica por sus tradiciones perdidas, sino que muchos de sus más puros hijos se aferran a algunas de ellas, en un desesperado y fructífero intento por entregarles un boleto a la inmortalidad.

Los símbolos de la arquitectura autóctona: la Iglesia Mayor y el Puente Yayabo, son acompañados hoy por verdaderos fósiles vivientes de la música que comparten un espacio en la sonoridad de la ciudad.

El estandarte más venerado es el Coro de Claves, institución única de su tipo en el Mundo, fundado en el Siglo XIX. Su cadenciosa forma de cantar nació en 1864 en la Villa del Yayabo y ha sido cultivado por generaciones, que cual juglares, trasmitieron pentagramas musicales y letras que eternizaron a sus autores.

La Noche de la Fuente es la forma poética en que los espirituanos bautizaron a una tertulia que se realiza en el patio interior del palacio de la familia Iznaga, convertido en museo donde se atesoran y muestran muchas riquezas del arte de la época.

En un añoso ambiente amenizado por el chasquido de una preciosa fuente e iluminado por las tenues farolas al estilo de antaño (pero con bombillas eléctricas), un centenar de personas se reúnen el cuarto día de la cuarta semana de cada mes para espantar las nostalgias y reencontrarse con sus raíces.

El Museo y la Sociedad Cultural José Martí convocan y el presentador, Juan Eduardo Bernal, Juanelo, revela que no existe guión, sino tan solo un grupo de pueblerinos que junto a invitados especiales vienen a alimentar una de las “dos hambres del hombre”, al decir del Cuentero Mayor.

Y es así como disfrutan con las tonadas espirituanas y el punto esquinero o yayabero de la Parranda, el Trío Miraflores, la poesía romántica, la confesión cómplice de algún espirituano que vive lejos, las impresiones de una personalidad de la cultura local, nacional o internacional,…

Mucho hace este espacio por crear conciencia y sembrar en los hijos de la Villa ese arraigo al terruño, sentir orgullo por lo creado, no como chovinismo de a centavo, sino por el valor intrínseco de la obra. Aquí se aprende, además, a conservarla y a enriquecerla. En este lugar se cultiva la cubanía.

Los asientos del patio son compartidos por personas de edades, profesiones y oficios diversos, e incluso por un grupo de jóvenes. Pero en opinión de este redactor, hay vacíos que debieran ocupar quienes tienen responsabilidad con la vida material de la ciudad, porque en las raíces y la historia muchas veces se encuentran las explicaciones a fenómenos actuales.

Sólo así comprenderían, por ejemplo, que una de las grandes añoranzas de cada espirituano es rescatar la fiesta del Santiago, con todos sus ingredientes; a un buen observador no escaparía el significado del aplauso a ese humilde hombre del pueblo que tiene una estatua en vida, Serapio, porque él regaló a todos una copla santiaguera, que es himno de la Villa difundido por el Mundo:

“Si tu pasas por mi casa/ y si ves a mi mujer/ tú le dices que hoy no me espere/ que yo con Pueblo Nuevo/ me voy a echar un pie”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lo invito a comentar sobre el tema